El brutalismo arquitectónico, surgido a mediados del siglo XX, celebró la honestidad de los materiales, especialmente el concreto en bruto (béton brut). Este movimiento, que alcanzó su auge entre los años 50 y 70, es conocido por su monumentalidad y su enfoque en la funcionalidad por encima de los adornos. Aunque polarizante en su momento, este estilo es hoy objeto de revalorización cultural y artística.
El Hotel Panorama
El Hotel Panorama Resort, ubicado en Štrbské Pleso, Eslovaquia, es un ejemplo destacado del brutalismo aplicado al diseño de hoteles. Diseñado por el arquitecto checo Zdeněk Řihák y construido en 1969, este edificio formó parte de los preparativos para el Campeonato Mundial de Esquí de 1970, representando la modernidad y la innovación en Europa del Este.
El diseño del hotel, con su forma escalonada y su conexión con el entorno montañoso, priorizó tanto la funcionalidad como la estética. La fachada original, en concreto en bruto, fue un ejemplo claro de los principios del brutalismo: monumentalidad, honestidad material y un enfoque minimalista que elimina los adornos superfluos.
Brutalismo y cultura POP
El Hotel Panorama no solo es relevante por su arquitectura, sino también por su impacto cultural contemporáneo. La banda bielorrusa Molchat Doma lo inmortalizó al usarlo como imagen de portada para su álbum Etazhi (2018). Este vínculo entre la arquitectura y la música refuerza el carácter nostálgico y melancólico del edificio, evocando una estética asociada al bloque soviético que resuena en generaciones más jóvenes, pese a no haber vivido esa época.
Hoy la fachada ha sido renovada, cubriendo el concreto original con materiales más modernos, su diseño general sigue siendo un símbolo del brutalismo. Este cambio, aunque necesario según algunos para adaptarse a los tiempos, ha desdibujado parte de su autenticidad arquitectónica.
El brutalismo arquitectónico, y en particular obras como el Hotel Panorama Resort, despierta una fascinación especial en las generaciones más jóvenes. Aunque no vivieron en los años en que este movimiento floreció, muchos sienten una conexión emocional con estas estructuras de concreto en bruto. Su monumentalidad y simplicidad evocan una atmósfera nostálgica que, de alguna manera, conmueve.
Esta nostalgia puede deberse a que estos edificios, con su lenguaje estético audaz, representan una visión del futuro que ya no existe: un tiempo en que la arquitectura buscaba tanto la funcionalidad como el ideal de comunidad. Hoy, el brutalismo sigue siendo un puente entre pasado y presente, un recordatorio de que incluso lo aparentemente frío y funcional puede guardar una profunda carga emocional.