Durante el Renacimiento, el arte dejó de ser simplemente una representación religiosa o decorativa para convertirse en una exploración profunda del ser humano, la naturaleza y la razón. Uno de los conceptos fundamentales que surgieron en esta época fue el de "cánon": la idea de que existen proporciones ideales, reglas armónicas y principios universales que definen la belleza.
Este concepto, heredado del mundo clásico grecolatino, se convirtió en la brújula para artistas, arquitectos y pensadores del Renacimiento, quienes buscaron crear obras que no solo fuesen bellas, sino también perfectas desde el punto de vista matemático, filosófico y espiritual.
Uno de los ejemplos más emblemáticos del ideal renacentista es el famoso dibujo del Hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci, realizado hacia 1490. En él, Leonardo representa la figura humana inscrita dentro de un círculo y un cuadrado, dos formas geométricas consideradas perfectas.
Este dibujo no es solo una representación anatómica: es una declaración filosófica. Está inspirado en los escritos del arquitecto romano Vitruvio, quien sostenía que el cuerpo humano era la medida de todas las cosas, y que la arquitectura debía basarse en las proporciones del cuerpo humano para ser armónica.
Leonardo, con su obsesión por la anatomía y la geometría, llevó esta idea al límite. El Hombre de Vitruvio es el símbolo de un Renacimiento que pone al ser humano en el centro del universo, como medida de la naturaleza, la arquitectura y el arte.
Otra obra fundamental para entender el cánon renacentista es "El nacimiento de Adán", uno de los frescos más icónicos pintados por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina (hacia 1511).
La escena muestra a Dios tocando con su dedo el de Adán, transmitiéndole el soplo de la vida. Pero más allá del momento bíblico, hay un mensaje profundamente humano: Adán es representado con un cuerpo idealizado, musculoso, proporcionado, casi escultórico. Miguel Ángel, que también era escultor, aplicó su conocimiento anatómico para crear una figura que no solo es hermosa, sino que transmite fuerza, potencial y dignidad.
En esta obra, el cánon no es solo físico, sino también espiritual: el cuerpo humano, creado a imagen y semejanza de Dios, refleja una perfección divina. Es un símbolo del hombre renacentista, capaz de razonar, crear y aspirar a lo trascendente.
El legado
Tanto Leonardo como Miguel Ángel buscaron en sus obras una perfección que iba más allá de lo estético: era una fusión entre ciencia, arte y filosofía. El cánon del Renacimiento no fue una simple regla de medidas, sino una visión del mundo donde el orden, la belleza y la razón estaban profundamente entrelazados. Hoy, sus obras siguen siendo referencia no solo por su maestría técnica, sino por recordarnos que el arte puede ser también una forma de entender el universo y nuestro lugar en él.